Como padre de hijos en edades próximas a los estudiantes que estuvieron confinados en Mallorca, a partir del macrobrote que se produjo en la isla, puedo empatizar con los padres que intentaron diferentes vías para solucionar el problema de sus hijos y que, finalmente, consiguieron que el Juzgado Contencioso-Administrativo n.º 3 de Palma les diera la razón y levantara el confinamiento.
Sin estado de alarma, las medidas de confinamiento colectivo solo pueden tener sentido ante situaciones de riesgo objetivo, pero no con carácter preventivo
Estoy completamente de acuerdo con el argumento esgrimido por la Jueza cuando considera que la cuarentena limita un derecho fundamental y a la vez es una medida desproporcionada por los jóvenes que han dado negativo o no se han sometido a la prueba. El confinamiento, tal como dice la Jueza, es la medida que se tiene que adoptar, no por un potencial diagnóstico, sino por un diagnóstico cierto.
Actitudes como la del Gobierno balear en este caso, nos hacen pensar en la crítica, abundando durante los peores meses de la pandemia, que el combate al virus podía comportar un retroceso progresivo en los derechos y libertades de los individuos y esto con voluntad de permanencia (esta crítica estaba vinculada a la tolerancia de los estados democráticos con la situación en China, que podía dar lugar a cierta distopia autoritaria).
Decaído el estado de alarma, estas medidas de confinamiento colectivo solo pueden tener sentido cuando estamos ante situaciones de riesgo objetivo y demostrado, pero no con carácter preventivo. El ciudadano no puede ser considerado continuamente como menor de edad, bajo la dirección de los organismos públicos. Tenemos que apelar a la cordura de cada cual de nosotros para evitar la propagación del virus, en sus nuevas variantes y permitir que las medidas gubernativas sean también proporcionadas.
Si queremos salvar la temporada turística, hacen falta medidas proporcionadas, equilibradas y sobre todo amparadas por el sentido común
No puede ser que se nos esté hablando de la vuelta del público a los estadios de fútbol o a otros acontecimientos deportivos, y, en cambio, se ponga el grito al cielo por el potencial riesgo que estos estudiantes puedan suponer para sus comunidades de residencia. Por lo tanto, si queremos salvar la temporada turística, mi consejo es insistir y persistir en medidas proporcionadas, equilibradas y sobre todo amparadas por el sentido común.